Victory Heat Rally aterriza por fin en Nintendo Switch, y lo hace cargado de nostalgia, color y velocidad. Desarrollado por Skydevilpalm y publicado por los fantásticos chicos de Meridiem Games, este título indie busca revivir la magia de los clásicos arcades de los años 90, especialmente aquellos que dominaban los salones recreativos con una jugabilidad frenética y gráficos estilizados. Pero, ¿logra estar a la altura de los referentes a los que rinde homenaje? Lo analizamos a fondo.
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Desde que se presentó en Kickstarter en 2020, Victory Heat Rally prometía ser un "neo Super Scaler turbocharged arcade racer", evocando títulos legendarios como Power Drift, Out Run o incluso el primer Mario Kart. Si bien el espíritu se mantiene, lo cierto es que su dirección artística ha sufrido una ligera mutación respecto a lo mostrado en sus primeras versiones.
Eso sí, la presentación sigue siendo fantástica: coches en forma de sprites gruesos, explosiones caricaturescas, y paisajes llenos de tonos brillantes bajo cielos azules inmaculados. La sensación de velocidad está muy conseguida, con una cámara que se inclina agresivamente en cada curva. Si algo no se le puede negar a Victory Heat Rally es estilo.
La mecánica principal de conducción es el derrape. De hecho, podrías decir que el juego gira completamente en torno a dominar el arte del drift. Al mantener presionado el botón de derrape (como en Mario Kart 8 Deluxe), se carga una barra de turbo dividida en tres niveles, que se libera al soltar el botón justo al salir de la curva. Cuanto más precisa y prolongada sea la maniobra, más impulso obtendrás.
La respuesta del control es sólida y muy accesible. Puedes activar la aceleración automática y dedicarte exclusivamente a tomar curvas con precisión quirúrgica. Esto hace que el juego sea ideal tanto para jugadores novatos como para veteranos del arcade clásico. Sin embargo, esta misma simplicidad puede volverse en su contra a largo plazo, ya que no hay muchos sistemas paralelos que profundicen la experiencia.
El núcleo del contenido para un jugador se encuentra en su modo Campeonato, dividido en tres zonas temáticas, cada una compuesta por carreras individuales y un torneo final. Se mezclan tipos de pruebas: circuitos cerrados, rallies con copiloto al estilo SEGA Rally, y desafíos especiales como destruir conos, pasar por puertas flotantes o esquivar obstáculos.
Aunque el mapa por zonas y la progresión escalonada ayudan a mantener el interés, es difícil ignorar que la experiencia global puede sentirse algo limitada tras unas pocas horas. El modo historia dura entre 5 y 6 horas, dependiendo de tu destreza, y una vez superado no hay demasiado incentivo para volver, salvo por el excelente modo multijugador local a pantalla partida para hasta 4 jugadores.
En cuanto al apartado técnico, Victory Heat Rally funciona como un reloj en Nintendo Switch, incluso en multijugador local. Se mantiene estable a 60 fps, lo cual refuerza aún más la sensación de velocidad y responde a los controles sin latencia. La estética pseudo-retro está reforzada por opciones gráficas como desactivar el anti-aliasing o aplicar filtros pixelados.
El apartado sonoro es otro de sus puntos fuertes. La música es vibrante, con claras influencias del techno noventero y matices que recuerdan a sagas como Ridge Racer. Los efectos sonoros y el uso del rumble complementan la sensación de estar jugando una recreativa en miniatura.
Se nota que Victory Heat Rally es un proyecto hecho con cariño, con un alma profundamente arcade que encantará a los fans del genero y lo retro. No es un título profundo ni revolucionario, pero sí una experiencia que transmite alegría y dinamismo, perfecta para sesiones cortas y rápidas.
*Este análisis se ha realizado gracias a un código de descarga para Nintendo Switch que nos ha proporcionado los chic@s de Meridiem Games.